P. Ricardo

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P. Ricardo Laszewski Szarafinski

Ir a donde no te quieren, pero te necesitan;
cuando te llegan a querer, ya no te necesitan;
entonces, es hora de irte a otra parte…

El Padre Ricardo nació en Stevens Point, Wisconsin, el 22 de febrero de 1922 (fecha fácil de recordar), en una familia de emigrantes polacos. Se preparó en el seminario de San Cirilo y Metodio de Orchard Lake, Michigan; en Maryknoll, Nueva York, estudió el último año de filosofía, hizo su  noviciado y se preparó en teología. Celebró su primera misa en la iglesia de san Pedro de su pueblo natal, en 1951.

Ese mismo año se dirige a Cochabamba, Bolivia, para estudiar castellano. Luego irá al Vicariato Apostólico de Beni para integrarse a la labor evangelizadora del centro pastoral de la antigua misión franciscana de Carinas, fundada en el siglo XVIII, y permanece en esta durante ocho años. Su labor es variada: se encargaba de la escuela primaria y trabajaba como gaucho cuidando mil doscientas reses, entre otras tareas.

En 1960, después de descansar un año llega a Puno, Perú, a la Prelatura de Juli; aquí residirá y colaborará durante cinco años en los distritos de Huacullani, Pisacoma y Mazo Cruz. Su labor pastoral la realizará visitando escuelas. Más tarde, en 1965, en la ciudad de Juli funda el Instituto Educativo Rural (IER). Cinco años después, abandonará las alturas de Puno porque su corazón empezara a debilitarse; entonces se dirige a la costa a hacer lo mismo que realizaba en Puno, trabajar en el IER, proyecto de la diócesis de Huacho. Existe IER también en Cajamarca y Ayaviri.

Los Yaneshas llegan a Huacho en 1986 y solicitan el establecimiento de un IER en su zona. Por eso, el Padre Ricardo fue a Iscozacín con este fin, pero surgieron muchos problemas: el terrorismo, el narcotráfico, la guerra asháninka, de manera que el proyecto de crear un IER no se pudo concretar. Los dieciocho años de permanencia en Iscozacín trajeron muchos frutos: consiguió una casa desde donde empezó sus actividades. Ahora, el Padre Ricardo está dejando una hermosa iglesia, un CEO y recursos para la casa cural y el centro pastoral. Sin embargo, la verdadera obra se encuentra en los corazones de la gente: en todas partes se ve el respeto y el sincero cariño que le tienen, quizás por su trato cercano y franco. Cuenta que al principio le miraban con mucha desconfianza, como si fuera un “agente del norte”. Hoy esta presencia se refleja en los cuatrocientos habitantes del pueblo. 

Durante todo este tiempo el Padre Ricardo pidió al Señor que le mandara a alguien para continuar su obra; entonces fue que llegó el P. Gerard Tyrala de Polonia y asumió el reto de una evangelización planificada. Actualmente está construyendo un centro pastoral y una casa cural, además de recorrer las diversas comunidades para hacerse cargo de la real situación.

Al ver lo mucho que le quiere la gente, el P. Ricardo, recita el adagio que encabeza este texto y dice que es hora de irse a otra parte. Hace poco regresó a los Estados Unidos, sin mucha ceremonia. El camino abierto que nos ha dejado será recorrido por nuevos evangelizadores con nuevos métodos y nuevo entusiasmo. Pero más allá de cualquier estilo siempre tendrá valor el testimonio cristiano y el cariño con que nos acercamos a la gente. Y esto último vale en todas las épocas.

 

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